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Cómo elaborar una economía de fichas eficaz en la educación de tu hijo

Cómo elaborar una economía de fichas eficaz en la educación de tu hijo

Por David Pulido

Padres desesperados con sus hijos que acuden a consulta y dicen eso de: “hemos intentado eso que sale en la tele de la cartulina con puntos y con este niño ese truco no sirve”.

Gracias a los medios de comunicación se han hecho muy conocidas en los últimos años estrategias para modificar comportamientos en niños. La citada “cartulina con puntos” es una técnica muy conocida en modificación de conducta llamada economía de fichas que consiste básicamente en dar puntos al niño al realizar ciertos comportamientos que podrán canjearse por un premio.

Un problema recurrente en la popularización de la psicología es que se acaba perdiendo la fundamentación teórica que sostiene una determinada técnica. La economía de fichas no es un truco o un remedio comercial sino que está basada en los principios del condicionamiento operante que establece científicamente cómo se modifican las conductas. Por tanto, si “no funciona” es que no estamos entendiendo el problema de nuestro hijo o no estamos aplicando de manera adecuada la técnica.

Una economía de fichas exitosa necesita de un diseño adecuado

La economía de fichas es muy útil ya que al establecer las conductas objetivo podemos evaluar y registrar el avance, al utilizar un sistema de puntos podemos tener reforzadores inmediatos e infinitos y además implicamos al niño en la consecución de sus logros. Pero no es tan simple como copiar lo que hemos visto en la tele o hacer un catálogo de conductas y premios. Una economía de fichas exitosa necesita de un diseño adecuado que siempre ha de seguir los siguientes puntos clave:

A la hora de elegir las conductas a realizar

  • Conductas operativizables: Las conductas tienen que ser concretas y perfectamente identificables para determinar si se han cumplido o no: “Portarse bien” o “ser cariños” son confusas y ambiguas: Usaremos mejor “permanecer sentado a la hora de comer” o “dejar mi muñeca a mi hermana”
  • Conductas alcanzables: Las conductas, obviamente, han de ser posibles de realizar para su edad y circunstancias. Pero también tienen que estar dentro de su repertorio de aprendizaje. No podemos pretender que un niño que jamás se ha vestido solo lo haga de golpe o que una niña que ha suspendido siete ahora apruebe todas. Por eso reforzaremos conductas que se aproximen a esa meta, como “ponerse la camisa y el pantalón” y cuando ya lo hayan conseguido pasaremos a un nuevo nivel de consecución.
  • Pocas conductas: Es mejor establecer tres o cuatro conductas como máximo. No solo por la dificultad para él sino porque olvidamos que para los padres también es un proceso que requiere paciencia y sistematicidad y no podemos abarcar tanto.

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A la hora de asignar y dar los puntos

  • El punto es inmediato: La gran ventaja de este sistema es que podemos reforzar de manera inmediata con algo simbólico (puntos en una cartulina, fichas que se guardan en una cajita, pegatinas en un corcho…) la conducta que acaba de ser realizada de manera correcta y que si usáramos reforzadores reales (golosinas, cuentos…) no siempre podríamos o deberíamos. Por eso no se puede perder esta inmediatez. Padres que traen a consulta los registros a medias o le dicen al niño que le deben 15 puntos de la semana pasada, no han entendido qué es una economía de fichas.
  • Sistema simple: Puede existir diferentes valores asociados a diferentes conductas (1 punto por lavarse los dientes, 2 por recoger el desayuno…) pero tiene que seguir un sistema simple y no un código numérico que nos acabe perdiendo y al niño tentando a hacer sólo las conductas que le salgan más a cuenta. También hay que tener cuidado con dar “medios puntos” por conductas hechas a medias. Es mucho más eficaz premiar primero por hacerlo regular y luego subir el nivel, como se mencionó antes.
  • Siempre en positivo: Uno de los errores más comunes es establecer un sistema paralelo de penalización y restar puntos si no se consiguen conductas o para castigar otros comportamientos. Está probado que reforzar la conducta adecuada es más eficaz que castigar la inadecuada pero, además, en un sistema de puntos, irlos restando acaba desvalorizando los logros y haciendo que el niño pierda interés.
  • Acompañar el punto de otros refuerzos: Simultáneamente al darle el punto, es imprescindible que le felicitemos verbalmente y con algún gesto afectivo. Estos cumplidos, al asociarse al punto, irán adquiriendo el valor de refuerzo que en muchos casos habían perdido. El punto es provisional, el “muy bien” es para toda la vida.
  • Repaso de los puntos: En una hora fijada, normalmente al acostase, se hará un repaso de los puntos que haya obtenido de manera inmediata a lo largo del día, motivando al niño y haciendo un recuento con los más pequeños sobre cuánto les falta para conseguir su premio.
  • Acotar los puntos: No todo vale puntos a partir de ahora: Solo las conductas que hayamos acordado. Hemos de resistir la tentación de darle puntos al niño cada vez que queramos que haga algo, o conseguiremos que el niño aprenda a negociar todo a cambio de puntos y dejando de perseguir los objetivos propuestos. De igual manera es útil no hablar del recuento y de los premios más que a la hora fijada.

A la hora de elegir los premios

  1. Un abanico de premios deseados: Es bueno que el niño elija, guiado por los padres, los premios a los que pueda tener acceso y que tenga varios, de diferente valor, para elegir según los puntos que vaya alcanzando.
  2. Fáciles de conseguir: Deben existir premios “baratos” que el niño pueda conseguir pronto con pocos puntos para que entienda perfectamente el valor de los mismos y disfrute de su ganancia. En niños más mayores se puede designar un premio final de gran cantidad de puntos pero siempre es importante que existan premios intermedios y que no pase demasiado tiempo sin conseguir alguno o se desmotivarán.
  3. Premios específicos para el juego: Los premios que se elijan no pueden ser conseguidos por otros medios o los puntos no significarán nada. Por eso hay que tener cuidado de no pillarnos los dedos y especificar un premio que luego queramos darle por otra razón o que necesite tener pronto. También hay que tener cuidado con los cumpleaños y las Navidades ya que el niño estará saciado de regalos y no muestre tanto interés en conseguirlos.
  4. Premios no materiales: Los premios no tienen que ser sólo regalos, pueden ser actividades, caprichos, situaciones especiales, como ir toda la familia al zoo, quedarse a dormir con los primos o hacerle su comida favorita, siempre que tengamos en cuenta todo lo anterior.

¿Y si aún así no funciona? Probablemente no estamos teniendo en cuenta otras contingencias que están operando más potentes que el punto o los premio. El caso más típico es la atención parental: el estar detrás de un niño que no hace los deberes toda la tarde puede ser más reforzante que el tener un punto para conseguir un muñeco al cabo de una semana.

También podemos encontrarnos un problema que no está mantenido por el condicionamiento operante. Por eso es mejor acudir a un profesional.  

Cuando el niño ya hace de continuo la conducta no es necesario seguir reforzándole salvo con nuestras palabras y gestos afectivos

¿Hasta cuándo hay que reforzar? Cuando el niño ya hace de continuo la conducta no es necesario seguir reforzándole salvo con nuestras palabras y gestos afectivos, que no dejaremos de dárselos. Además, la realización de esa conducta deseable conllevará sus propias ganancias: “sentirse mayor”, “que me felicite la profe”, “descansar mejor”… El niño ya ha aprendido que esa conducta es reforzante en sí, sin necesidad del refuerzo extra del punto. Es útil ir desvaneciendo la técnica poco a poco, usando cada vez refuerzos más globales y espaciados en vez de cesarla de golpe. Puedes ver un vídeo sobre cómo hacer un programa de refuerzo aquí.

¿Por qué es tan importante el papel de los padres? Por sorprendente que resulte, lo más relevante no es que el niño entienda y aplique la técnica. Sólo el hecho de que los padres entiendan la economía de fichas ya cambia las cosas en casa. Unifican bajo un mismo criterio qué le piden al niño y concretan de manera objetiva sus avances y sus dificultades, se obligan a reforzar de manera sistemática, independientemente de sus despistes o estados de ánimo y además de compartir con su hijo sus triunfos, acaban convirtiéndose ellos mismos en los más potentes reforzadores de las conductas de los pequeños.

 

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¡10 PLANES PARA QUE APROVECHES (DE VERDAD) ESTAS NAVIDADES CON TU HIJO/A!

¡10 PLANES PARA QUE APROVECHES (DE VERDAD) ESTAS NAVIDADES CON TU HIJO/A!

Por Sandra Méndez

Ya falta poco para que lleguen aquellos días en los que parece que sonreír cuesta menos que el resto del año: las Navidades. Y es que es una época en la que la gente se llena de ilusión, gratitud, solidaridad y esperanza. Nuestros hijos la viven con tal entusiasmo que consiguen contagiarnos y hacer que regresemos con nostalgia a nuestra infancia.

Vienen días en los que, por lo general, solemos tener más tiempo libre. Por eso, las Navidades son un buen momento para aprovechar y disfrutar en familia. ¿Todavía no has pensado qué vas a hacer con tus hijos estas fechas? ¡Te proponemos 10 planes genuinamente navideños!

  1. Toca volver a sacar el árbol. Si el del año pasado se os ha quedado viejo, es el momento de hacerse con uno nuevo. Los artificiales tienen la ventaja de durar muchos años. Ya sea uno u otro, habrá que vestirle con esos decorativos y brillantes adornos navideños. Si queréis ser más originales y divertidos, podéis hacerlos vosotros mismos: un poco de cartulina, stickers, brillantina… ¡Todo vale! Montar el belén también es un clásico. Lo que no puede faltar es una escapada al campo para recoger musgo, muérdago, ramas y todo lo que necesitéis para ambientar vuestro belén. Dadles libertad para decorarlo a su gusto. ¡Puede que os sorprendan! Además, podéis mover los personajes e incluir otros nuevos según pasen los días. ¡Será divertido!

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  1. Viene la Navidad y con ella el frío y, cómo no, la nieve. Las actividades son infinitas. Desde hacer muñecos de nieve, hasta poner a punto los esquís o el trineo, para terminar haciendo una guerra de bolas. Pasar un día en la nieve jugando a buscar el rastro de animales o pisadas de personas seguro que les encanta. La originalidad está servida. Un buen abrigo, guantes, gorro, botas y… ¡ya estamos listos!

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  1. Si lo que quieres es desconectar, nada mejor que hacer una escapada. Las hay más cercanas, como el Pirineo de Huesca, donde este año os encontraréis con una divertida temática: En busca del Yeti (deportes, talleres, espectáculos y una gran fiesta para despedir el año). Y más alejadas, como por ejemplo, viajar a Disneyland París para conocer a las princesas de Frozen, el Reino del Hielo; surcar los mares celebrando el Año Nuevo a bordo de un crucero por el Mediterráneo; callejear por la iluminada Praga y perderse entre los conocidos mercados navideños de la capital checa. Para los más atrevidos, os sugerimos poner más tierra de por medio y conocer de primera mano la auténtica casa de Papá Noel en Rovaniemi, la llamada puerta de Laponia. ¡Viviréis vuestro propio cuento de Navidad!

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  1. Pero si eres de los que deciden quedarse en la ciudad, ten por seguro que actividades no te van a faltar. Si os apetece ir al teatro o ver algún espectáculo, tenéis donde elegir: Pocoyó y sus amigos (Teatro Compac Gran Vía), Peter Pan (Teatros del Canal), Los náufragos y la isla perdida (Teatro Quevedo), El libro de la selva: El Musical (Teatro Maravillas), Disney Live! Mickey’s Music Festival (Palacio Municipal de Congresos) o el fenómeno de masas Disney Violetta Live (Barclaycard Center), entre otros. Si de lo que tenéis ganas es de quedaros boquiabiertos con un espectáculo circense, no os podéis perder Navidades en el Price en el Teatro Circo Price de Madrid o el Circo Alegría On Ice, en Palma de Mallorca, ambientado en una isla del océano Ártico.

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Vivirás el clásico Cuento de Navidad, de Charles Dickens, como nunca te lo habían contado, con la ayuda de tres payasos en Navarra, o en forma de musical en Barcelona donde, además, los pequeños podrán disfrutar, como es tradición, de un Cagá Tió Gigante en la Feria de Santa Lucía.

Si lo que buscas son talleres, tienes el del Museo Thyssen, con el que aprenderán cómo viven estas fechas personas de otras culturas; el de Barrio Sésamo en el Centro Comercial Islazul en Madrid, para desarrollar su imaginación; talleres decorativos en el Museo de Historia de Cataluña; la feria de Expojove en Valencia, que regresa un año más con divertidos juegos, o ExploraDomus en A Coruña, donde aprenderán a elaborar diamantes y grafitos con gominolas.

Visitar un belén de arena de proporciones inimaginables en Las Palmas, pasear en burro en plena plaza del Pilar en Zaragoza, o acompañar a los más de 100 pingüinos que darán la bienvenida a Papá Noel estas navidades en Faunia. Como ves, el abanico de posibilidades es amplísimo.

 

  1. Puede que para ti un buen plan se traduzca sencillamente en disfrutar paseando por las iluminadas y principales arterias de tu ciudad. Seguro que a pie de calle encontraréis muchos rincones interesantes y, para combatir el frío, ya sabéis…, ¡nada como un buen chocolate caliente!

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  1. Si sois de los que prefieren cobijarse en casa, ¿qué os parecería hacer vuestro propio Roscón de Reyes? Seguro que a los más pequeños les parece una gran idea eso de mancharse las manos y colocar una pequeña sorpresa en su interior. Aquí la planificación es crucial para conseguir un buen y rico resultado: deberán elegir la receta, reunir los ingredientes y todo el material que van a necesitar, y calcular el tiempo, ¡todo un reto! Masa esponjosa, crujientes almendras y un agradable aroma a azahar… ¿acaso podéis resistiros?

 

  1. Imagino que ya os habréis dado cuenta de lo que les gusta a los niños disfrazarse. Cualquier excusa es buena, pero es que siendo Navidad…, ¡faltaría más! Disfrazarse les ayuda a estimular su imaginación al simular ser un personaje que no son.

 

  1. Patinar sobre hielo, otro clásico. Lo bueno es que en estas fechas podemos encontrarnos con una improvisada pista a la vuelta de la esquina. ¿Qué tal si os calzáis también vosotros los patines?

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  1. ¿Una excursión a las afueras de la ciudad?, ¿y por qué no? Aquel lugar que tenemos siempre ahí, al lado, y sin embargo nunca vamos. Aprovechad para acercaros a ese rincón, pueblecito, reserva de aves, parque natural, sierra (o lo que sea). Un paseo, una comida y seguro que descubrís algo con lo que no contabais.
  2. Por último, no podía faltar y más con niños: ¡sesión de cine! Las Navidades son una buena fecha para estrenar películas, sobretodo infantiles: Los pingüinos de Madagascar, Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo, Ninja Turtles, Big Hero 6, Stand by me Doraemon, Noche en el museo: el secreto del Faraón, y Paddington, entre otras. Como veis, las carteleras se llenan de opciones en estas fechas. Un plan perfecto que seguro conseguirá arrancar una sonrisa a los más pequeños de la casa (y puede que a los no tan pequeños…).

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Aquí tenéis las ideas, ¿qué tal si pasáis a la acción?

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Cómo ayudar a los niños a aceptar la decepción

Consejos para que los niños puedan superar una desilusión

Por Aroa Caminero

La vida está llena de altibajos y desde muy pequeños, los niños también sufren pequeñas decepciones en su vida diaria: el columpio del parque está ocupado, un amiguito no quiere compartir sus juguetes, un puzzle que no le sale, haber perdido en un juego, etc…

La decepción es un sentimiento normal que surge cuando las cosas no ocurren como nos gustarían y que forma parte del proceso de aprendizaje y de desarrollo de las personas. Por ello, para su correcto desarrollo emocional, es imprescindible que dejemos que los niños experimenten el sentimiento de frustración desde pequeños para que aprendan a ser capaces de manejar las decepciones que sufrirán el resto de su vida.

Cómo enseñara los niños a aceptar la decepción

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Para que los niños aprendan a aceptar cuanto antes la decepción, podemos llevar a cabo las siguientes pautas básicas:

Ayúdales a establecer expectativas realistas, ya que no es bueno dejar que se hagan ilusiones sobre cosas que no estamos seguros de sí ocurrirán de la forma que desean: ‘puede que tu amiguito Carlos no te deje el muñeco ahora aunque se lo pidas por favor’.

Enséñale a reconocer la decepción y a aceptarla. Explícale que es algo normal que nos sintamos mal cuando algo no sale como nos gustaría, diciéndole cosas como: ‘es normal que te moleste que Carlos no te deje el muñeco porque llevabas toda la tarde esperando para jugar con él’.

Sugiérele posibles soluciones alternativas. Es importante que vea que cuando las cosas no ocurren como quiere, hay otras opciones: ‘que te parece si mientras Carlos juega con el muñeco,tú juegas a tirarte por el tobogán’.

– Hazle ver el lado positivo de la situación. De prácticamente todas las decepciones se aprende y podemos entrenarles desde pequeños a que saquen la parte positiva de ellas: ‘¿lo ves?, aunque no has jugado con el muñeco te lo has pasado genial en el tobogán y te has hecho amiguito del niño que estaba allí’.

– No permitas que la decepción se convierta en una rabieta. Los niños tienen que aprender a controlar su frustración de un modo progresivo, así que cuando descarguen su decepción en forma de ataque de ira o de pataleta, les retiraremos toda nuestra atención para que aprendan que así no consiguen nada.

Refuérzale mucho cuando acepte de forma adecuada una decepción. Este será un momento perfecto para darle muchos abrazos y mimos y para hacerle mucho caso.

Aprende a gestionar adecuadamente tus propias desilusiones delante de los niños. La principal fuente de aprendizaje de los niños son los modelos adultos y tienden a copiar su comportamiento, tanto el positivo como el negativo.

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Cuando los niños no quieren hablar

Por Aroa Caminero

Qué es el Mutismo selectivo en los niños

Podemos definir el mutismo selectivo como la dificultad que presentan algunos niños y niñas cuando tienen que comunicarse verbalmente en situaciones que son poco familiares para ellos o cuando tienen que hacerlo con personas poco conocidas.

Los niños con mutismo selectivo tienen una capacidad lingüística y comunicativa adecuada para su edad, pero limitan su comunicación oral a personas muy íntimas y a situaciones muy específicas. Es decir, que en estos niños las dificultades para comunicarse no se deben a trastornos del lenguaje ni a cualquier otro trastorno del desarrollo, sino que el mutismo es una estrategia aprendida para evitar situaciones en las que tienen que hablar y que les generan ansiedad. Por ello, suelen compensar utilizando medios de comunicación alternativos como cuchichear al oído, hacer gestos, muecas, sacudidas de cabeza, empujar para pedir algo…

Por qué se produce el mutismo selectivo en los niños

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En la aparición y desarrollo del mutismo selectivo influyen distintas variables como:

Variables propias del niño: timidez, retraimiento social, dependencia, vulnerabilidad a la ansiedad, falta de habilidades sociales, etc.

Variables ambientales relacionadas con el contexto del niño: estilo educativo sobreprotector o autoritario de los padres, bajo nivel de sociabilidad o aislamiento familiar, apego excesivo de la madre, inadecuados modelos de relación interpersonal, experiencias sociales traumáticas, perfeccionismo familiar o escolar, etc.

Todas estas variables aumentan la probabilidad de padecer el mutismo, pero el trastorno suele desencadenarse cuando hay en la vida del niño un acontecimiento vital estresante, apareciendo especialmente con el inicio de la escolarización.

Por qué se mantiene el mutismo selectivo en los niños

Una vez que aparece el problema del mutismo selectivo, el trastorno se mantiene en el tiempo debido fundamentalmente a dos condiciones:

– A que estos niños suelen tener un exceso de atención por parte de los adultos que le rodean, así como un exceso de protección o acomodación a la forma alternativa en que se comunican, lo que refuerza el mutismo.

– Por otro lado, los otros niños suelen retirarles completamente la atención, lo que provoca que se reduzcan las interacciones con iguales, agravando la situación de aislamiento social.

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Cómo ayudar a los niños a superar el egoísmo

Por Aroa Caminero

Es normal que los niños muestren conductas egoístas en la infancia. Los más pequeños suelen querer satisfacer sus deseos y necesidades sin tener en cuenta a los demás.

Aunque el egoísmo forma parte del curso normal del desarrollo infantil, desde fases tempranas los adultos podemos empezar a favorecer las conductas cooperativas y prosociales con los demás.

Cómo educar a los niños para que no sean egoistas

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– Los adultos debemos servir de modelo. Debemos demostrar a los niños que compartir con los demás nos enriquece y que disfrutamos con ello.

– Podemos enumerar con ellos las ventajas que tiene el compartir con los demás, sin olvidar en la lista el hecho de que si nosotros compartimos, tendremos más posibilidades de que los demás también compartan con nosotros.

– Antes de los tres años, los niños no tienen la capacidad para entender el concepto de compartir, por lo que no tiene sentido obligarles a hacerlo. Sin embargo, sí debemos favorecer en la medida de lo posible los juegos cooperativos y reforzaremos (por ejemplo, con un halago o una sonrisa) cualquier conducta cooperativa espontánea.

– Enseñarles a diferenciar que hay cosas que son suyas y cosas que son de todos y que por tanto  habrá ocasiones en que deben compartir aunque no quieran, para que entiendan que no pueden disponer de todo aquello que se le antojey que los demás también tienen derecho a utilizar ciertas cosas. En estos casos en que compartir sea algo obligado, es necesario mantenerse firmes y no ceder ante las posibles rabietas o pataletas que presenten.

– Permitirles tener algún juguete ‘especial’, que nunca le obligaremos a prestar a los demás, ya que todos, incluso los adultos, tenemos pertenencias que nunca compartimos con otras personas. Así, cuando sepas que va a encontrarse en alguna situación en la que sería bueno que comparta, preguntale explícitamente qué juguete quiere llevarse para compartir con otros niños, es decir, preguntale cuál no le importa prestar a los demás para quele cueste menos llevar a cabo este tipo de conductas.

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Madre no hay más que una, y mejor feliz que perfecta. Colaboración de Daniel Peña para el diario El Confidencial

Por Daniel Peña

 

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Hace unos días hemos celebrado el día de la madre. Es un día precioso en el que vemos a un montón de mamás por la calle y en la televisión hablando de sus experiencias con una gran sonrisa. Sin duda la maternidad es un elemento relevante en la felicidad de las personas. En un estudio que hemos llevado a cabo con más de setecientas personas (Centro de Psicología Alava Reyes. Primer estudio sobre felicidad y perdón. Madrid; 2013. Informe técnico), comprobamos como existía una tendencia entre los hombres y mujeres con hijos a evaluar sus vidas como más satisfactorias y a experimentar más emociones positivas en el día a día. Es importante señalar que entre los participantes en el estudio, había personas profundamente felices que no tenían hijos, y personas con hijos que se sentían infelices, es decir, tener hijos no es la única causa de la felicidad, aunque contribuye a su experiencia.

«El virus de la hiper-exigencia es capaz de hacer que nos comportemos de forma rígida y perfeccionista»

Sin embargo este efecto no era igual para hombres y mujeres. Las mujeres eran ligeramente menos felices que los hombres. Seguro que existen explicaciones muy elaboradas para este efecto, pero hoy solo quiero compartir una curiosidad, algo que encontramos al analizar en profundidad nuestros datos y que nos llamó poderosamente la atención. En el estudio analizábamos, entre otras cosas, la tendencia de las personas a experimentar emociones negativas como la culpa y la vergüenza en distintas situaciones. Pues bien, en el caso de la vergüenza, comprobamos que existe un patrón complejo de diferencias entre hombres y mujeres. Concretamente, los hombres sin hijos tienen una tendencia mayor a experimentar vergüenza que las mujeres sin hijos, mientras que las mujeres con hijos tienden a experimentar más vergüenza que los hombres en la misma condición, curioso ¿no?

El peso del ideal

En un intento por comprender mejor este patrón, encontramos un estudio reciente llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Mary (Washington) (Liss, M., Schiffrin, H. H., & Rizzo, K. M. (2013). Maternal Guilt and Shame: The Role of Self-discrepancy and Fear of Negative Evaluation. Journal of Child and Family Studies22(8), 1112-1119). Los investigadores analizaron las relaciones que existían entre la tendencia a sentir vergüenza, y otros factores psicológicos en 181 madres con hijos de cinco años o menos. Los resultados indicaban que el sentimiento de vergüenza estaba estrechamente relacionado con la percepción de la discrepancia entre su comportamiento actual como madres y la imagen idealizada que tenían de la maternidad. Dicho de otra forma, cuanto más lejos se veían de su ideal, mayor era la tendencia a sentirse avergonzadas. Los investigadores fueron más lejos y encontraron que esta relación se hacía aún más intensa cuando las madres estaban muy preocupadas por la crítica o evaluación negativa de los demás. Así, aquellas madres que se mostraban más seguras e independientes de las opiniones y juicios de otras personas, eran capaces de recocer sus errores e imperfecciones sin sentirse avergonzadas.

«Reconocer tu derecho a decir ‘estoy cansada’, a equivocarte, a perder los nervios de vez en cuando, a decir que ‘no puedo más'»

Las madres son capaces de no dormir, de entregarse incondicionalmente a sus hijos sacrificando todo lo necesario por ellos sin perder la sonrisa ni la paciencia en la mayor parte de las ocasiones ¿porqué además deberían ser juzgadas por otras personas? ¿Por qué deberían tener la aprobación de los demás para considerarse personas válidas y satisfechas quienes son? Quizá se trata solo de los efectos de un virus mental, llamémosle el virus de la «hiper-exigencia”. Este virus parece ser capaz de hacer que nos comportemos de forma rígida y perfeccionista, provocando grandes dosis de preocupación y haciendo que nos resulte muy difícil disfrutar de las cosas que tenemos y hacemos. Los primeros síntomas de la infección son creer que todo el mundo hace las cosas mejor que nosotros y sentirse un ser humano de segunda categoría cuando tenemos la sensación de que damos la talla.

Si estás notando alguno de estos síntomas vacúnate cuanto antes. Ponte una primera dosis doble de reconocer tu derecho a decir “estoy cansada”, a equivocarte, a perder los nervios de vez en cuando, a decir «no puedo más”, a necesitar ayuda y pedirla, a no saber qué es lo mejor para todo el mundo, a pensar en ti misma alguna vez y, sobre todo y por encima de todo, a ser tú la única persona de quien aceptes un juicio. Nadie más que tú sabe de verdad lo difícil que son las cosas, el esfuerzo que suponen, el agotamiento que acumulas día a día, ¿de verdad crees que alguien puede juzgarte sin conocer todo eso? Claro que no. Es agradable que te lo reconozcan, pero no lo necesitas. No olvides que a esos pequeñajos que no te dejan dormir les importa bien poco lo que los vecinos, abuelos o las otras mamás en el parque piensen de ti. Lo que les encanta es que les quieras, que juegues con ellos y sobre todo verte feliz.

¡Por cierto!, como todas las vacunas hay que ponerse una dosis de recuerdo. En este caso te aconsejamos una toma por la mañana y otra antes de dormir durante el resto de tu vida. No te preocupes por la sobredosis, en este caso los efectos secundarios te van a encantar.

FUENTE: ElConfidencial.es

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Pautas para fomentar la felicidad de nuestros hijos (I)

Por Silvia Álava

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La felicidad de los niños depende de los siguientes parámetros, según los estudios de la Dra. Sonja Lyubomirsky, autora de “La Ciencia de la Felicidad”, el 50% se debe a factores genéticos, un 10% a las circunstancias vividas, y el 40% a la actividad emocional. Partiendo de estos datos, podemos plantear la hipótesis de cómo, pese a unas circunstancias difíciles y de la carga genética, todavía nos queda un 40% de margen, el correspondiente a la actividad emocional que podemos aprender a controlar.

Sólo un 10% de la felicidad depende de las circunstancias externas, y aunque la capacidad para ser feliz es algo innato, está en nuestra mano incrementarla. Poseemos un increíble potencial de mejora de la dicha y el bienestar, que depende exclusivamente de nuestros actos y pensamientos, y podemos trabajar con los niños para que aprendan a ser más felices desde pequeños.

Dependiendo de la edad del niños cambiaran sus gustos y sus preferencias a la hora de cómo prefieren pasar su rato de ocio y  el tiempo libre y cambian las cosas que les hacen felices. Pero lo que tenemos clarísimo que hace felices a los niños desde muy pequeños es favorecer su correcto desarrollo personal, su correcta autonomía y autoestima… dejándole que juegue, pero a la vez que se responsabilice de sus cosas… que los padres no les involucren en temas que no le conciernen por su edad. Es bueno que se hagan responsables, pero de las cosas que pueden asumir, no por ejemplo de problemas familiares o de pareja. No ver discutir a sus padres, y sobre todo sentirse atendidos y queridos.

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Pautas para fomentar la felicidad de nuestros hijos (II)

Por Silvia Álava

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Los padres pueden ayudar a incrementar la felicidad actual de sus hijos y lograr que sean unos adultos felices.

Aquí tenemos algunas pautas a seguir:

  • Enseñemos a los niños a no dar nada por supuesto y a que aprendan a decir GRACIAS. La gratitud es uno de los mayores predictores de la felicidad. Si aprendemos a ser agradecidos incrementaremos nuestra felicidad.
  • Ser amables. Realizar cosas por los demás es otro de los factores que se ha estudiado como precursor de la felicidad. Para que esto nos funcione, todo lo que hagamos por los demás hay que hacerlo sin esperar nada a cambio, y sin vivirlo como una obligación.
  • Centrándonos en lo positivo. Aunque es necesario corregir los errores de hijos, eso no implica machacar innecesariamente la autoestima. Por eso siempre debemos decirles lo que hicieron bien.
  • No etiquetar: No cometamos el error de “etiquetar” a los niños, por ejemplo “eres malo” como si el ser malo fuese algo inherente en el niño y que no se puede cambiar, de esta forma sólo conseguiremos que el niño se habitúe al adjetivo y que lo viva como “yo soy así, y por tanto no lo voy a cambiar”. Podemos establecer como alternativa: Te estás portando mal, porque no estás obedeciendo, estás gritando… se trata de focalizar más hacia lo que está haciendo mal el niño, no caer en generalidades ni etiquetas.
  • No dramatizar: cuanto antes comencemos a educar a los niños para que le den a las cosas su justo valor, mejor diferenciarán y aprenderán a distinguir las cosas  realmente importantes de la vida y evitaremos que sufran inútilmente.
  •  No sobreprotejamos a los niños, si favorecemos su correcto desarrollo y autonomía, incrementaremos su seguridad y su  felicidad. Los niños se sienten bien y les gusta poder “hacer cosas de mayores”, y ganarse las cosas por ellos mismos.

Enseñemos a los niños a que aprendan a controlar y a regular sus emociones, favorezcamos el correcto desarrollo de su Inteligencia Emocional.

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