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Tiempo de calidad (I): El ABC para ser una familia feliz

Tiempo de calidad (I): El ABC para ser una familia feliz

Por Sandra Méndez

Cuando escuchamos a diferentes profesionales comentar la importancia de buscar un tiempo de calidad para compartir con nuestros hijos, no se están refiriendo a que debamos establecer unos períodos en los que entregarnos en cuerpo y alma a ellos y, después, volver al estado inicial sintiéndonos liberados, como si ya hubiésemos cumplido.

No.

No se trata de fijar espacios concretos de calidad, sino de aprovechar el (poco) tiempo del que disponemos para que éste sea lo más provechoso posible, dentro de las posibilidades de cada uno, ya sea conduciendo, preparando la cena, jugando o vistiéndolos.

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Porque importa más la calidad que la cantidad. Aunque suene a tópico, es así.

El ajetreo de la vida que llevamos hace que, muchas veces, veamos la educación de nuestros hijos como una gran cuesta hacia arriba, con mucha pendiente. Para que exista un cambio, primero debemos convencernos de que éste es posible, de que después de la cuesta, viene llano. Reorganicemos nuestras agendas, si somos capaces de organizarnos en el trabajo, ¿por qué no íbamos a ser capaces de hacerlo en casa?

Con los siguientes consejos lo que pretendemos es ayudarte para que empieces a vislumbrar ese ansiado cambio que crees necesario y que hará que te sientas mejor con tus hijos y contigo mism@.

Comenzaremos por algo más general pero básico, el «abc» de cómo tener una familia feliz sin morir en el intento:

1. Para poder ofrecer lo mejor de ti a tus hijos, primero debes sentirte a gusto contigo mism@. No te culpes por creer que no les estás dedicando tiempo suficiente o por pensar que no lo estás haciendo correctamente. No construyas en tu mente una imagen idealizada de lo que sería la madre o el padre ideal, pues no hará sino caparte como persona, cortarte las alas y frustrarte por no conseguir alcanzar lo que no existe.

restauranteFotografía: Danielle Guenther

2. Cada madre o padre es diferente. No cometas el error de compararte con el resto. Confía en ti, no temas por las evaluaciones de los demás y cuidado con exigirte más de la cuenta. Si educas desde el amor y el respeto, entonces lo harás bien, no te angusties por ello.

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3. Asume que nadie es infalible, que precisamente por el hecho de ser humanos, nos equivocamos. Lo que verdaderamente importa es aprender de nuestros errores y tratar de corregirlos en futuras ocasiones. Aceptar que no puedes saberlo todo hará que te sientas más relajad@.

En el siguiente post entraremos más a fondo en el funcionamiento diario con los niños. Hasta entonces, ya tienes algo para poner en marcha desde hoy mismo, ¡ánimo!

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Publicado en: Blog de Gomins, Familia, Inteligencia Emocional

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¿Por qué nos preocupamos las mamás?

Por Sandra Méndez

Tener un hijo no es fácil, y quien diga lo contrario, una de dos: o se engaña a sí misma o todavía no ha pasado por la apasionante y agotadora tarea de ser madre.

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Son muchos los cambios que implica en nuestras vidas, desde la distribución de la casa, hasta la agenda del día, pasando por la organización de las comidas. Pero no debemos olvidar que, además de ser una gran responsabilidad, supone un gran cambio en nuestras prioridades. Dejamos de ocuparnos de nosotras mismas (o al menos como solíamos hacer antes) para empezar a dedicarnos a tiempo completo de un nuevo, curioso y dependiente animalillo al que se le da muy bien hacer ruiditos con todo lo que se le ocurre.

Ser mamá supone una transformación tan extraordinaria que modifica nuestro cerebro incluso antes del parto. Según un estudio científico sobre células madre y el vínculo de apego en el cerebro de la mujer, dirigido por la doctora López Moratalla, catedrática de Bioquímica de la Universidad de Navarra, la fuerte inclinación que siente la madre hacia el cuidado y protección del bebé podría tener una explicación biológica. Nuestro cerebro cambia para dar respuesta a las necesidades del pequeño y el vínculo de apego se refuerza más tarde gracias a la liberación de oxitocina (la llamada hormona de la confianza) que se produce en el parto y durante la lactancia.

Vivimos en un tiempo en el que la baja por maternidad la experimentamos como un periodo en el que nos sentimos obligadas a alcanzar unos objetivos concretos o, de lo contrario, es probable que terminemos sintiéndonos culpables al pensar que no hemos dado la talla, por mucho amor e ilusión que hayamos ido sembrando en el camino. Aunque parece que la figura del padre comienza a estar menos ausente en estas primeras etapas del desarrollo del niño, todavía sigue siendo una asignatura pendiente. Aquí entra en juego la interminable batalla por la conciliación laboral y familiar, un difícil equilibrio que algo tendrá que ver con el preocupante descenso de la natalidad en España.

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Hoy en día, tal y como están las cosas, tener un hijo ha acabado por convertirse en un lujo que muchas no podemos permitirnos si ello conlleva la posibilidad de perder nuestro estatus profesional, algo que quizás no preocupe ya tanto a las trabajadoras de Apple y Facebook.

Lo que sí nos sigue preocupando a las madres (y mucho) es no dedicar a nuestros hijos el tiempo que deseamos o consideramos necesario, especialmente en sus primeros tres años de vida. Parece que nunca nos es suficiente.

Y no solo eso.

Además queremos que el tiempo que pasamos con ellos sea de calidad, sin gritos, sin peleas ni rabietas. Deseamos hacerles felices por encima de todo. Este ingrediente batido y bien mezclado con un chorrito de poco tiempo acaba convirtiéndose en el cóctel perfecto para darles o dejarles hacer todo lo que quieren. No debemos confundir la permisividad con la felicidad. Si queremos que nos sigan respetando y obedeciendo según vayan creciendo, debemos establecer normas y límites acordes a su edad. De esta forma aprenderán a valorar más las cosas que les rodean.

Otro aspecto que suele quitarnos el sueño y mantenernos en guardia es la salud y el bienestar de nuestro hijo, la posibilidad de que enferme, de que no coma o duerma bien, o de que le ocurra algo desagradable. Son miedos que nos acompañan de manera natural y biológica; sin embargo, no podemos obsesionarnos con ellos y dejar que se conviertan en irracionales. No obstante, mucho me temo que esta preocupación (en dosis moderadas) que viaja en nuestros genes de manera incansable no tenga la intención de abandonarnos jamás.

Por otro lado y considerando el panorama económico mundial, no es de extrañar que el dinero, o mejor dicho la falta del mismo, haya pasado a ser una de las principales preocupaciones de las madres y familias de todo el mundo. Sin embargo, y exceptuando aquellos casos extremos (que desgraciadamente existen) no podemos caer en la trampa de justificar todo debido a la precariedad. Si bien es cierto que tener más dinero equivale a tener más oportunidades, afortunadamente educar con amor y respeto sigue siendo gratis.

Como vemos, ser madre se convierte en una ardua tarea en la que nos exigimos (y peor aún, nos exigen) para ayer.

Permíteme un consejo: cambia de gafas, deja las que te hacen ver con facilidad tus errores por aquellas que te enseñan a valorar más tus logros, que no son pocos.

Publicado en: Blog de Gomins, Familia

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Madre no hay más que una, y mejor feliz que perfecta. Colaboración de Daniel Peña para el diario El Confidencial

Por Daniel Peña

 

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Hace unos días hemos celebrado el día de la madre. Es un día precioso en el que vemos a un montón de mamás por la calle y en la televisión hablando de sus experiencias con una gran sonrisa. Sin duda la maternidad es un elemento relevante en la felicidad de las personas. En un estudio que hemos llevado a cabo con más de setecientas personas (Centro de Psicología Alava Reyes. Primer estudio sobre felicidad y perdón. Madrid; 2013. Informe técnico), comprobamos como existía una tendencia entre los hombres y mujeres con hijos a evaluar sus vidas como más satisfactorias y a experimentar más emociones positivas en el día a día. Es importante señalar que entre los participantes en el estudio, había personas profundamente felices que no tenían hijos, y personas con hijos que se sentían infelices, es decir, tener hijos no es la única causa de la felicidad, aunque contribuye a su experiencia.

«El virus de la hiper-exigencia es capaz de hacer que nos comportemos de forma rígida y perfeccionista»

Sin embargo este efecto no era igual para hombres y mujeres. Las mujeres eran ligeramente menos felices que los hombres. Seguro que existen explicaciones muy elaboradas para este efecto, pero hoy solo quiero compartir una curiosidad, algo que encontramos al analizar en profundidad nuestros datos y que nos llamó poderosamente la atención. En el estudio analizábamos, entre otras cosas, la tendencia de las personas a experimentar emociones negativas como la culpa y la vergüenza en distintas situaciones. Pues bien, en el caso de la vergüenza, comprobamos que existe un patrón complejo de diferencias entre hombres y mujeres. Concretamente, los hombres sin hijos tienen una tendencia mayor a experimentar vergüenza que las mujeres sin hijos, mientras que las mujeres con hijos tienden a experimentar más vergüenza que los hombres en la misma condición, curioso ¿no?

El peso del ideal

En un intento por comprender mejor este patrón, encontramos un estudio reciente llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Mary (Washington) (Liss, M., Schiffrin, H. H., & Rizzo, K. M. (2013). Maternal Guilt and Shame: The Role of Self-discrepancy and Fear of Negative Evaluation. Journal of Child and Family Studies22(8), 1112-1119). Los investigadores analizaron las relaciones que existían entre la tendencia a sentir vergüenza, y otros factores psicológicos en 181 madres con hijos de cinco años o menos. Los resultados indicaban que el sentimiento de vergüenza estaba estrechamente relacionado con la percepción de la discrepancia entre su comportamiento actual como madres y la imagen idealizada que tenían de la maternidad. Dicho de otra forma, cuanto más lejos se veían de su ideal, mayor era la tendencia a sentirse avergonzadas. Los investigadores fueron más lejos y encontraron que esta relación se hacía aún más intensa cuando las madres estaban muy preocupadas por la crítica o evaluación negativa de los demás. Así, aquellas madres que se mostraban más seguras e independientes de las opiniones y juicios de otras personas, eran capaces de recocer sus errores e imperfecciones sin sentirse avergonzadas.

«Reconocer tu derecho a decir ‘estoy cansada’, a equivocarte, a perder los nervios de vez en cuando, a decir que ‘no puedo más'»

Las madres son capaces de no dormir, de entregarse incondicionalmente a sus hijos sacrificando todo lo necesario por ellos sin perder la sonrisa ni la paciencia en la mayor parte de las ocasiones ¿porqué además deberían ser juzgadas por otras personas? ¿Por qué deberían tener la aprobación de los demás para considerarse personas válidas y satisfechas quienes son? Quizá se trata solo de los efectos de un virus mental, llamémosle el virus de la «hiper-exigencia”. Este virus parece ser capaz de hacer que nos comportemos de forma rígida y perfeccionista, provocando grandes dosis de preocupación y haciendo que nos resulte muy difícil disfrutar de las cosas que tenemos y hacemos. Los primeros síntomas de la infección son creer que todo el mundo hace las cosas mejor que nosotros y sentirse un ser humano de segunda categoría cuando tenemos la sensación de que damos la talla.

Si estás notando alguno de estos síntomas vacúnate cuanto antes. Ponte una primera dosis doble de reconocer tu derecho a decir “estoy cansada”, a equivocarte, a perder los nervios de vez en cuando, a decir «no puedo más”, a necesitar ayuda y pedirla, a no saber qué es lo mejor para todo el mundo, a pensar en ti misma alguna vez y, sobre todo y por encima de todo, a ser tú la única persona de quien aceptes un juicio. Nadie más que tú sabe de verdad lo difícil que son las cosas, el esfuerzo que suponen, el agotamiento que acumulas día a día, ¿de verdad crees que alguien puede juzgarte sin conocer todo eso? Claro que no. Es agradable que te lo reconozcan, pero no lo necesitas. No olvides que a esos pequeñajos que no te dejan dormir les importa bien poco lo que los vecinos, abuelos o las otras mamás en el parque piensen de ti. Lo que les encanta es que les quieras, que juegues con ellos y sobre todo verte feliz.

¡Por cierto!, como todas las vacunas hay que ponerse una dosis de recuerdo. En este caso te aconsejamos una toma por la mañana y otra antes de dormir durante el resto de tu vida. No te preocupes por la sobredosis, en este caso los efectos secundarios te van a encantar.

FUENTE: ElConfidencial.es

Publicado en: Blog de Gomins, Familia

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