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Cuándo dejar elegir a los niños

Por Aroa Caminero

Cada niño es una personita distinta y única desde su nacimiento. En el desarrollo de su propia personalidad, los factores hereditarios tienen un gran peso y definirán en gran medida la forma de ser de los niños, así como sus gustos, intereses y preferencias, aunque el ambiente que le rodea y en especial, las acciones educativas que reciba también serán determinantes durante su desarrollo.

Cuándo dejar que elijan los niños por sí mismos

Es muy importante que permitamos a los niños desde pequeños cierta autonomía y libertad para expresarse cómo son y para tomar pequeñas decisiones en el día a día, ya que así les demostramos que les tenemos en cuenta y que somos sensibles a sus necesidades e intereses y estamos favoreciendo al mismo tiempo su capacidad de aprendizaje y toma de decisiones, así como el desarrollo de su identidad personal y su autoestima.

Sin embargo, para ayudarles a desarrollarse plenamente y alcanzar todos los recursos que faciliten su crecimiento y aprendizaje personal, también serán imprescindibles las normas y los límites ya que, los niños no tienen el suficiente desarrollo cognitivo como para decidir todavía lo más adecuado para ellos, y además, aprender a cumplir las normas y ajustarse a ellas aumenta su capacidad de autocontrol y de posponer la satisfacción inmediata de sus deseos, mejorando su tolerancia a la frustración.

Por ello, una fórmula para encontrar un equilibrio entre ambos factores consistiría en dejarles elegir siempre entre varias opciones limitadas que hayan establecido los padres. Otra opción que puede resultar, es darles la libertad de elegir en ‘ocasiones especiales’ premiándoles por ejemplo, por haber mostrado una buena conducta durante el día o durante la semana.

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Ejemplos de cuándo dejar a los niños elegir

1. Con la ropa: Podemos darles a elegir entre dos opciones cerradas, por ejemplo: ¿prefieres el peto vaquero o el vestido rojo?. O dejarles elegir el vestuario del domingo (dentro de un orden) si han tenido un buen comportamiento durante la semana.

2. Con la comida: los padres son los que tienen que decidir qué alimentos se comen y cuándo se sirven. Sin embargo, no es necesario obligar al niño a comer judías verdes si prefiere otras verduras similares que sí acepta. En otros momentos puntuales como puede ser en el cumpleaños de un amiguito, se le puede dejar más margen de decisión, permitiéndole escoger entre sándwiches, gusanitos, chucherías, tarta… aunque siempre dentro de los límites marcados por el adulto.

3. Con las rutinas: Dentro de las rutinas diarias, puede haber cierta negociación en aquellas que no sean transcendentales. Por ejemplo, podemos dejarles decidir entre una ducha (si ya son más mayores) o un baño. Sin embargo, habrá otros aspectos que no son negociables, como por ejemplo, no ver la televisión mientras comemos para no distraernos.

4. Con los juguetes y el tiempo de ocio: cuando vamos a comprar un juguete para un niño podemos permitirle elegir el que más le gusta, pero será importante limitarle las opciones para asegurarnos que es acorde y apropiado a la edad y características del niño. En el tiempo de ocio, los niños podrán escoger jugar a lo que ellos quieran, pero no podrán elegir la duración del tiempo de juego ni el momento de juego, siendo lo ideal que el ocio siga a la realización de las “obligaciones” del niño (por ejemplo, jugar después de hacer las fichas escolares) y no al revés.

5.  Con los aprendizajes: los niños están aprendiendo continuamente desde el nacimiento con la estimulación cotidiana, especialmente a través juego. Sin embargo, hay determinados aprendizajes, como los escolares, cuyo trabajo explícito no se adquieren. Por ello, los niños pueden elegir qué hacer en su tiempo de ocio (jugar, pintar, dibujar, etc) ya que esto favorece enormemente su desarrollo cognitivo, pero la realización de las fichas y actividades escolares tiene que ser obligatoria.

Publicado en: Blog de Gomins, Inteligencia Emocional

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Cómo ayudar a los niños a superar el egoísmo

Por Aroa Caminero

Es normal que los niños muestren conductas egoístas en la infancia. Los más pequeños suelen querer satisfacer sus deseos y necesidades sin tener en cuenta a los demás.

Aunque el egoísmo forma parte del curso normal del desarrollo infantil, desde fases tempranas los adultos podemos empezar a favorecer las conductas cooperativas y prosociales con los demás.

Cómo educar a los niños para que no sean egoistas

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– Los adultos debemos servir de modelo. Debemos demostrar a los niños que compartir con los demás nos enriquece y que disfrutamos con ello.

– Podemos enumerar con ellos las ventajas que tiene el compartir con los demás, sin olvidar en la lista el hecho de que si nosotros compartimos, tendremos más posibilidades de que los demás también compartan con nosotros.

– Antes de los tres años, los niños no tienen la capacidad para entender el concepto de compartir, por lo que no tiene sentido obligarles a hacerlo. Sin embargo, sí debemos favorecer en la medida de lo posible los juegos cooperativos y reforzaremos (por ejemplo, con un halago o una sonrisa) cualquier conducta cooperativa espontánea.

– Enseñarles a diferenciar que hay cosas que son suyas y cosas que son de todos y que por tanto  habrá ocasiones en que deben compartir aunque no quieran, para que entiendan que no pueden disponer de todo aquello que se le antojey que los demás también tienen derecho a utilizar ciertas cosas. En estos casos en que compartir sea algo obligado, es necesario mantenerse firmes y no ceder ante las posibles rabietas o pataletas que presenten.

– Permitirles tener algún juguete ‘especial’, que nunca le obligaremos a prestar a los demás, ya que todos, incluso los adultos, tenemos pertenencias que nunca compartimos con otras personas. Así, cuando sepas que va a encontrarse en alguna situación en la que sería bueno que comparta, preguntale explícitamente qué juguete quiere llevarse para compartir con otros niños, es decir, preguntale cuál no le importa prestar a los demás para quele cueste menos llevar a cabo este tipo de conductas.

Publicado en: Blog de Gomins, Inteligencia Emocional

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Madre no hay más que una, y mejor feliz que perfecta. Colaboración de Daniel Peña para el diario El Confidencial

Por Daniel Peña

 

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Hace unos días hemos celebrado el día de la madre. Es un día precioso en el que vemos a un montón de mamás por la calle y en la televisión hablando de sus experiencias con una gran sonrisa. Sin duda la maternidad es un elemento relevante en la felicidad de las personas. En un estudio que hemos llevado a cabo con más de setecientas personas (Centro de Psicología Alava Reyes. Primer estudio sobre felicidad y perdón. Madrid; 2013. Informe técnico), comprobamos como existía una tendencia entre los hombres y mujeres con hijos a evaluar sus vidas como más satisfactorias y a experimentar más emociones positivas en el día a día. Es importante señalar que entre los participantes en el estudio, había personas profundamente felices que no tenían hijos, y personas con hijos que se sentían infelices, es decir, tener hijos no es la única causa de la felicidad, aunque contribuye a su experiencia.

«El virus de la hiper-exigencia es capaz de hacer que nos comportemos de forma rígida y perfeccionista»

Sin embargo este efecto no era igual para hombres y mujeres. Las mujeres eran ligeramente menos felices que los hombres. Seguro que existen explicaciones muy elaboradas para este efecto, pero hoy solo quiero compartir una curiosidad, algo que encontramos al analizar en profundidad nuestros datos y que nos llamó poderosamente la atención. En el estudio analizábamos, entre otras cosas, la tendencia de las personas a experimentar emociones negativas como la culpa y la vergüenza en distintas situaciones. Pues bien, en el caso de la vergüenza, comprobamos que existe un patrón complejo de diferencias entre hombres y mujeres. Concretamente, los hombres sin hijos tienen una tendencia mayor a experimentar vergüenza que las mujeres sin hijos, mientras que las mujeres con hijos tienden a experimentar más vergüenza que los hombres en la misma condición, curioso ¿no?

El peso del ideal

En un intento por comprender mejor este patrón, encontramos un estudio reciente llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Mary (Washington) (Liss, M., Schiffrin, H. H., & Rizzo, K. M. (2013). Maternal Guilt and Shame: The Role of Self-discrepancy and Fear of Negative Evaluation. Journal of Child and Family Studies22(8), 1112-1119). Los investigadores analizaron las relaciones que existían entre la tendencia a sentir vergüenza, y otros factores psicológicos en 181 madres con hijos de cinco años o menos. Los resultados indicaban que el sentimiento de vergüenza estaba estrechamente relacionado con la percepción de la discrepancia entre su comportamiento actual como madres y la imagen idealizada que tenían de la maternidad. Dicho de otra forma, cuanto más lejos se veían de su ideal, mayor era la tendencia a sentirse avergonzadas. Los investigadores fueron más lejos y encontraron que esta relación se hacía aún más intensa cuando las madres estaban muy preocupadas por la crítica o evaluación negativa de los demás. Así, aquellas madres que se mostraban más seguras e independientes de las opiniones y juicios de otras personas, eran capaces de recocer sus errores e imperfecciones sin sentirse avergonzadas.

«Reconocer tu derecho a decir ‘estoy cansada’, a equivocarte, a perder los nervios de vez en cuando, a decir que ‘no puedo más'»

Las madres son capaces de no dormir, de entregarse incondicionalmente a sus hijos sacrificando todo lo necesario por ellos sin perder la sonrisa ni la paciencia en la mayor parte de las ocasiones ¿porqué además deberían ser juzgadas por otras personas? ¿Por qué deberían tener la aprobación de los demás para considerarse personas válidas y satisfechas quienes son? Quizá se trata solo de los efectos de un virus mental, llamémosle el virus de la «hiper-exigencia”. Este virus parece ser capaz de hacer que nos comportemos de forma rígida y perfeccionista, provocando grandes dosis de preocupación y haciendo que nos resulte muy difícil disfrutar de las cosas que tenemos y hacemos. Los primeros síntomas de la infección son creer que todo el mundo hace las cosas mejor que nosotros y sentirse un ser humano de segunda categoría cuando tenemos la sensación de que damos la talla.

Si estás notando alguno de estos síntomas vacúnate cuanto antes. Ponte una primera dosis doble de reconocer tu derecho a decir “estoy cansada”, a equivocarte, a perder los nervios de vez en cuando, a decir «no puedo más”, a necesitar ayuda y pedirla, a no saber qué es lo mejor para todo el mundo, a pensar en ti misma alguna vez y, sobre todo y por encima de todo, a ser tú la única persona de quien aceptes un juicio. Nadie más que tú sabe de verdad lo difícil que son las cosas, el esfuerzo que suponen, el agotamiento que acumulas día a día, ¿de verdad crees que alguien puede juzgarte sin conocer todo eso? Claro que no. Es agradable que te lo reconozcan, pero no lo necesitas. No olvides que a esos pequeñajos que no te dejan dormir les importa bien poco lo que los vecinos, abuelos o las otras mamás en el parque piensen de ti. Lo que les encanta es que les quieras, que juegues con ellos y sobre todo verte feliz.

¡Por cierto!, como todas las vacunas hay que ponerse una dosis de recuerdo. En este caso te aconsejamos una toma por la mañana y otra antes de dormir durante el resto de tu vida. No te preocupes por la sobredosis, en este caso los efectos secundarios te van a encantar.

FUENTE: ElConfidencial.es

Publicado en: Blog de Gomins, Familia

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Pautas para fomentar la felicidad de nuestros hijos (I)

Por Silvia Álava

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La felicidad de los niños depende de los siguientes parámetros, según los estudios de la Dra. Sonja Lyubomirsky, autora de “La Ciencia de la Felicidad”, el 50% se debe a factores genéticos, un 10% a las circunstancias vividas, y el 40% a la actividad emocional. Partiendo de estos datos, podemos plantear la hipótesis de cómo, pese a unas circunstancias difíciles y de la carga genética, todavía nos queda un 40% de margen, el correspondiente a la actividad emocional que podemos aprender a controlar.

Sólo un 10% de la felicidad depende de las circunstancias externas, y aunque la capacidad para ser feliz es algo innato, está en nuestra mano incrementarla. Poseemos un increíble potencial de mejora de la dicha y el bienestar, que depende exclusivamente de nuestros actos y pensamientos, y podemos trabajar con los niños para que aprendan a ser más felices desde pequeños.

Dependiendo de la edad del niños cambiaran sus gustos y sus preferencias a la hora de cómo prefieren pasar su rato de ocio y  el tiempo libre y cambian las cosas que les hacen felices. Pero lo que tenemos clarísimo que hace felices a los niños desde muy pequeños es favorecer su correcto desarrollo personal, su correcta autonomía y autoestima… dejándole que juegue, pero a la vez que se responsabilice de sus cosas… que los padres no les involucren en temas que no le conciernen por su edad. Es bueno que se hagan responsables, pero de las cosas que pueden asumir, no por ejemplo de problemas familiares o de pareja. No ver discutir a sus padres, y sobre todo sentirse atendidos y queridos.

Publicado en: Blog de Gomins, Inteligencia Emocional

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Pautas para fomentar la felicidad de nuestros hijos (II)

Por Silvia Álava

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Los padres pueden ayudar a incrementar la felicidad actual de sus hijos y lograr que sean unos adultos felices.

Aquí tenemos algunas pautas a seguir:

  • Enseñemos a los niños a no dar nada por supuesto y a que aprendan a decir GRACIAS. La gratitud es uno de los mayores predictores de la felicidad. Si aprendemos a ser agradecidos incrementaremos nuestra felicidad.
  • Ser amables. Realizar cosas por los demás es otro de los factores que se ha estudiado como precursor de la felicidad. Para que esto nos funcione, todo lo que hagamos por los demás hay que hacerlo sin esperar nada a cambio, y sin vivirlo como una obligación.
  • Centrándonos en lo positivo. Aunque es necesario corregir los errores de hijos, eso no implica machacar innecesariamente la autoestima. Por eso siempre debemos decirles lo que hicieron bien.
  • No etiquetar: No cometamos el error de “etiquetar” a los niños, por ejemplo “eres malo” como si el ser malo fuese algo inherente en el niño y que no se puede cambiar, de esta forma sólo conseguiremos que el niño se habitúe al adjetivo y que lo viva como “yo soy así, y por tanto no lo voy a cambiar”. Podemos establecer como alternativa: Te estás portando mal, porque no estás obedeciendo, estás gritando… se trata de focalizar más hacia lo que está haciendo mal el niño, no caer en generalidades ni etiquetas.
  • No dramatizar: cuanto antes comencemos a educar a los niños para que le den a las cosas su justo valor, mejor diferenciarán y aprenderán a distinguir las cosas  realmente importantes de la vida y evitaremos que sufran inútilmente.
  •  No sobreprotejamos a los niños, si favorecemos su correcto desarrollo y autonomía, incrementaremos su seguridad y su  felicidad. Los niños se sienten bien y les gusta poder “hacer cosas de mayores”, y ganarse las cosas por ellos mismos.

Enseñemos a los niños a que aprendan a controlar y a regular sus emociones, favorezcamos el correcto desarrollo de su Inteligencia Emocional.

Publicado en: Blog de Gomins, Inteligencia Emocional

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Claves para evitar peleas entre hermanos (II)

Por Silvia Álava

 

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Los hermanos tienen que aprender a estar juntos y a no pelearse, les quedan muchos años de convivencia, así que cuanto antes aprendan mejor. Los padres pueden favorecer ese aprendizaje. Así les tendremos que explicar que no se pueden pelear, y que tienen que  aprender a arreglar las cosas ellos solos.

Ante una pelea, los padres estableceremos el momento de entrar en escena cuando empiecen a gritar, a pegarse o a insultar, pero ahí no hay que intentar saber qué es lo que ha pasado, pues de esa forma entramos a formar parte de su pelea, y lo que lograríamos sería seguir con la misma actitud pero con un actor más. Debemos decirles, que como habíamos quedado que no se peleaba, ya no queremos saber que ha pasado y que les vamos a separar un ratito (el tiempo dependerá de la edad de los niños, con los más pequeños, cinco minutos pueden bastar), porque nos han demostrado que no saben estar juntos. Cuando hayan pasado los cinco minutos establecidos, les dejamos que reinicien el juego o la actividad que estaban realizando, para darles la oportunidad de volver a portarse bien y estar juntos.

¿Se debe castigar a los hijos cuando se pelean?

Si previamente hemos observado la conducta de nuestros hijos y qué es lo que la motiva, nos daremos cuenta de que en ocasiones los niños van buscando llamar nuestra atención, aunque sea de forma negativa, que el adulto se pare, deje lo que está haciendo y conseguir atención extra. Es por eso que en estos casos lo mejor es utilizar la extinción de este comportamiento a través del refuerzo. Entre los psicólogos, consideramos «refuerzo» a cualquier consecuencia positiva, y ojo, no nos equivoquemos con premios materiales, el mejor refuerzo para los niños, es la atención de sus padres. Se trata de aprender a reforzarles cuando estén realizando las conductas que queremos instaurar, en este caso, cuando no estén peleando…Debemos estar con ellos y reforzarles y premiarles mientras juegan juntos tranquilamente, comparten sus cosas y, en definitiva, se porten bien. Por el contrario no les prestaremos más atención cuando se empiecen a pelear o  insultar, pues estas conductas son las que queremos que desaparezcan (esto es lo que se llama extinción).

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Claves para evitar peleas entre hermanos (I)

Por Silvia Álava

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Es normal que los hermanos se peleen entre sí. Además de pasar mucho tiempo juntos, lo hacen desde el momento en el que nace el segundo hijo, por lo que juntos tienen que aprender a compartir, no solo sus juguetes, sino la atención de sus padres. Los padres deben entender que los hermanos se peleen (muchas veces las peleas empiezan como un juego) pero deben de poner un límite, y establecer en qué punto se ha de cortar.

Los niños se pueden pelear y enfadar por muchas cosas. Cuando son pequeños tienen que aprender a compartir, y en ocasiones es algo que les cuesta. Según crecen, cambian los motivos de la pelea (pasan de pelear por un juguete a pelear por jugar más con una consola, de pegarse a insultarse o a meterse con sus amigos, con la forma de vestir…), pero lo que suele mantenerse, con independencia de la edad, es que en la mayoría de las ocasiones luchan por conseguir atención extra de los padres.

Errores típicos que cometemos en las peleas de hermanos

Los padres no deben de caer en la trampa de pensar que por el hecho de que dos hermanos se peleen sea uno el bueno y otro el malo, es muy raro que uno sea siempre el bueno y el otro siempre el malo. Aunque hay niños más problemáticos que otros, lo habitual es que las riñas vengan por parte de los dos y que se estén chinchando mutuamente. Por eso no se debe caer en el error de “etiquetar” a los niños, como si el ser malo fuese algo inherente en el niño, algo que no se puede cambiar. De esta forma sólo conseguiremos que el niño se habitúe al adjetivo y que lo viva como “yo soy así, y por tanto no lo voy a cambiar”. Debemos dejar bien claroque en este momento te estás portando mal, no que seas malo, y por supuesto decírselo a todos los hijos por igual. Por mucho que yo crea que un hermano es el bueno y que no tiene la culpa, cuando se esté portando mal se lo tengo que decir.

Los niños funcionan mal con las etiquetas, pero lo que todavía es más nocivo es decidir que un hermano es siempre el bueno, y que hay otro que siempre es malo y que tiene la culpa de las peleas. No le estamos dando la oportunidad al niño de que cambie su conducta para demostrar que se puede portar bien.

¿Qué hacemos los padres para que no se peleen tanto?

Antes de nada, parémonos a observar, tanto a los hijos (para ver que están haciendo), como a nosotros mismos (¿cómo actuamos como padres?). Nos va a dar muchas pistas sobre los errores que cometemos. Y nos daremos cuenta que las cosas no son blancas o negras y que no hay un hijo bueno y un hijo malo, sino que en ocasiones empieza uno la pelea y en otra otro, aunque hay niños más movidos, más agresivos que inician más riñas, no puedo dar por sentado que el 100% sean ellos, tenemos que darles la oportunidad de portarse bien.

“Los padres no deben intentar saber qué es lo que ha pasado en una riña, pues así entran a formar parte de la pelea”

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Los miedos en los niños: 5 claves para que tu hijo crezca sin miedos. Colaboración con la revista Clan de TVE

Por Silvia Álava

¿Cuáles son las temores más frecuentes entre los 5 y 7 años?, hay un temor para cada edad?, el miedo va evolucionando con los años?

       Hay etapas en las que evolutivamente hablando el miedo es normal como a los dos, los cuatro y los seis años, son miedos que desparecen solos, así que por lo general no debemos darles mucha más importancia.

Según la edad del niño, los miedos cambian. Cuando son bebés, son más frecuentes los miedos relacionados con estímulos intensos o desconocidos, como ruidos fuertes y personas extrañas. Hasta los seis años son comunes los temores relacionados con animales, tormentas, oscuridad, seres fantásticos como brujas o fantasmas, catástrofes y separación de los padres. A partir de los seis años aparece el miedo al daño físico y al ridículo. Algo más tarde, aparecen los miedos a las enfermedades y accidentes, al bajo rendimiento escolar y a la separación de los padres.

 ¿Cómo se adquieren los miedos?

      Hay muchas diferencias individuales, cada niño es un mundo, pero en términos generales, los padres tienen que tener cuidado con las cosas que ven y que escuchan los niños. El adulto puede considerar que una determinada película o dibujos son aptos para ellos, sin embargo, luego hay niños que un determinado personaje, monstruito… que salía, les genera mucho miedo e inseguridad. No olvidemos que cuando son pequeños, les cuesta mucho distinguir entre la realidad y la ficción, así que cuidado con lo que ven los niños.

 

¿Cómo se diferencia el miedo de la fobia o de la ansiedad y cuando preocuparse?

Hay etapas en las que evolutivamente hablando es normal tener miedo, pero si empezamos a ver que el niño deja de hacer determinadas cosas, que su nivel de angustia o de ansiedad empieza a ser muy elevado, que por mucho que el adulto le presione para superarlo, el niño no puede porque su nivel de angustia es alto o que está completamente bloqueado, hay que empezar a darse cuenta que puede estar pasando algo, y es el momento de pedir ayuda. Los miedos no tienen que interferir en la vida cotidiana ni tienen que impedir que el niño se desarrolle con absoluta normalidad. No olvidemos que “los miedos son expansivos” se empieza teniendo miedo a algo, y si no se supera, el miedo va creciendo cada vez más y se termina teniendo miedo a más cosas.

 

¿Cómo reaccionar ante cada miedo: a la oscuridad, a los animales, a ir al colé, a los monstruos, a los médicos o a la enfermedad…

      Lo que nunca debe hacer un adulto cuando el niño tiene miedo es transmitirle una sensación de inseguridad y de preocupación. Cuando el niño tiene mucho miedo, no sabe cómo afrontar esa situación. Su principal fuente de seguridad y de confianza generalmente son sus adultos de referencia, su padre y su madre. Él observa completamente la cara del padre y de la madre en esa situación; si el adulto en ese momento está angustiado por lo mal que lo está pasando su hijo, el niño lo interpreta como: ‘Esta situación es peligrosa, hay que tener miedo porque fíjate lo preocupada que está mi madre’. Esto produce una retroalimentación del miedo. Así que cuando el niño tenga miedo, el rostro del adulto debe de trasmitirle seguridad, serenidad y confianza.

Cuando los niños empiezan a ser más mayores, hay toda una serie de ideas irracionales que están en su cabeza y que están retroalimentando el miedo. En esos casos, hay que razonar con el niño, desmontar sus miedos hablando y razonando con él, para que entienda que no le va a pasar nada malo.

    Si el niño tiene miedo a la oscuridad, o a los monstruos la solución dependerá de la edad del niño, pero mientras son pequeños, dejarles una pequeña lucecita encendida por la noche, decirles que los monstruos no existen, puede ser muy útil, y en el mayor porcentaje de los casos, con el tiempo se les pasará.

Cuando el miedo es a los médicos, al cole… es decir a cosas que tienen que hacer en su vida cotidiana, hay que relajar al niño, pero nunca dejar que los evite. Ir al colegio y al médico es obligatorio, por tanto, si es necesario, le enseñaremos técnicas de control del miedo, estrategias de relajación… pero no permitiremos que no se enfrente a ellos.

 

Claves para que tu hijo crezca si miedos (5 puntos) para concluir la entrevista

  1. No olvides que la principal fuente de aprendizaje de los niños es el modelado, los niños copian a sus adultos de referencia, que son sus padres. Los padres son el modelo a seguir. Unos padres asustadizos y con miedo están enseñando a su hijo a tener miedo.
  2. No muestres al niño una excesiva preocupación por su miedo, pues esto le reforzará aún más. Cuando el niño ve la cara de preocupación de los padres, lo interpreta como que su temor es real.
  3.  Utiliza el sentido del humor, ayudará a que el niño se relaje y pueda relativizar sus miedos.
  4.  Controla los dibujos, películas… que ven los niños. Aunque sean aptos para su edad, puede que salgan determinados personajes o situaciones que les den miedo. 
  5. No huyas del miedo. Los niños tienen que aprender a enfrentarse a ellos y salir victoriosos de los mismos.

 

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Juegos y juguetes para estimular a los niños en su primera infancia

Por Silvia Álava

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En estos días en los que hacemos regalos a los más pequeños de la casa, os adjunto la última colaboración con guiainfantil.com en la que tratamos la que os damos algún consejo para acertar.

Elegir juguetes adecuados para niños de 0 a 6 años

Los juguetes además de ser una medio de distracción y de entretenimiento para los niños, bien utilizados sirven para estimularos y favorecen muchos procesos de aprendizaje. Los primeros seis años de vida de desarrollo del niño, son fundamentales, y es la edad donde más atención tenemos que poner en la estimulación que recibe nuestro hijo. 

En estos años, cuando hablamos de estimular al niño, no nos referimos sólo a la importancia de la educación reglada, sino que hay una parte importantísima que podemos realizarla a través del juego.

LA ESTIMULACIÓN DEL NIÑO A TRAVÉS DE LOS JUGUETES

La elección de los juguetes irá muy acorde a la edad del niño, pues según va creciendo, no solo cambian sus gustos, si no que se adquieren toda una serie de habilidades y destrezas que harán que puedan jugar con juguetes más sofisticados.

Desde nuestra experiencia en el ámbito de la psicología infantil, observamos la importancia del juego en edades tempranas en los niños. Es por eso que se aconsejan juegos para estimular a los más pequeños, como:

– Los apilables, con los que se trabaja la motricidad fina y la coordinación óculo-manual, (también hay apilables con rosca para los más pequeños…)

– Los encajables, de formas geométricas o animales, con los que además de trabajar coordinación visomanual, y destrezas finas, se trabaja la memoria de formas, y los niños aprenden la dinámica del puzzle, juego completísimo y junto con las construcciones, importantísimo en el juego de los niños.

En esta gama de juguetes, existe una gran variedad, elijámoslos en función de la edad y de los gustos del niño. Cuando juguemos con construcciones, es bueno, favorecer tanto que el niño realice su propia construcción, fomentando su creatividad, como que copie un modelo, bien de los que nos trae la propia caja, o el que le realice el adulto que está con él.

– Con los bebés el uso de marionetas nos servirá para estimular de forma divertida a los niños, sentidos de la vista, del tacto… y cuando sean un poco más mayores ellos mismos podrán jugar con ellas, bien a reproducir una historia, crear sus propios cuentos…

– Los colores, los sonidos y las apariencias son fundamentales en los juguetes, los colores llamativos sirven para atraer la atención del niño, que los seleccione y empiece a jugar con ellos. Las diferentes texturas y la introducción de sonidos estimulan los sentidos de la vista el tacto y el oído, y favorecen el aprendizaje asociativo.

– Los juegos de plastilina, los recortables, vestir y desvestir muñecos… son buenos para trabajar las destrezas finas, además de la paciencia del niño.

– En este rango de edad, los juguetes tradicionales son importantísimos para favorecer una correcta estimulación en el niño. Los niños están inmersos en mundo tecnológico, por eso, no podemos pretender que no tengan juegos tecnológicos, pero si regular su uso. No olvidemos la importancia y las bondades que tienen los juguetes tradicionales en el niño y como éstos fomentan unos procesos de aprendizaje que no realizan los videojuegos.

CONSEJOS PARA ELEGIR JUGUETES A LOS NIÑOS

No olvidemos que jugar es divertirse, y lo primero de todo, al niño el juguete le tiene que parecer divertido y entretenido;  por lo que puede escoger jugar a lo que él quiera. Si un niño quiere jugar con una muñeca, o una niña con un camión, dejémosles y no favorezcamos en ellos prejuicios sexistas. Cada niño puede jugar con el juguete que elija. No obstante,  sí que es verdad, que a pesar de las diferencias individuales, las niñas suelen pasar por una etapa, de “todo rosa, muñecas y princesas”, y los niños de “coches y camiones”.

Jugar, también es compartir. Cuando los niños juegan con más niños, previamente al juego, tendrán que negociar entre todos a qué van a jugar, cómo jugar, cuáles son las normas del juego… En este proceso implicamos procesos atencionales, de negociación, y de aceptación de unas normas y unas reglas previamente pautadas y aceptadas por el grupo, un aprendizaje muy valioso para su futuro. Compartir los juguetes es un aprendizaje básico sobre todo cuando los niños tienen hermanos. Los hermanos  tienen que aprender a estar juntos y a no pelearse, les quedan muchos años de convivencia y de compartir, así que cuanto antes aprendan mejor. Los padres pueden favorecer ese aprendizaje. Por eso les tendremos que explicar que tienen que compartir el juguete, que no se pueden pelear, y que tienen que  aprender a compartir y arreglar las cosas ellos solos.

Estableceremos el momento de entrada de los padres en escena cuando empiecen a gritar a pegarse o a insultar. Entonces, hay que hacer un rápido análisis de la situación y valorar qué consecuencias se establecerán. Cuando los niños son pequeños basta con decirles que vamos a estar cinco minutos sin el juguete por el que comenzó la discordia. Cuando hayan pasado los cinco minutos establecidos, les dejamos que reinicien el juego que estaban realizando, para darles la oportunidad de compartir y estar juntos.

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El egoísmo en los niños, colaboración de Aroa Caminero para Guiainfantil.com

Por Aroa Caminero

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Es frecuente y habitual observar conductas egoístas en la infancia. Los niños pequeños tienden a querer satisfacer sus necesidades y deseos de un modo inmediato, sin tener en cuenta para ello a los demás.

Este tipo de conductas que son normales y que pueden tener una función adaptativa en los primeros años de vida, no obstante, si se mantienen en el tiempo, pueden terminar perjudicando a las relaciones interpersonales en el futuro. Por ello, es importante que les ayudemos a superar adecuadamente esta etapa, para que puedan adaptarse correctamente en todos los ámbitos sociales de su vida.

¿Por qué son egoistas los niños?

Aunque es cierto que los niños pueden aprender a comportarse de un modo egoísta por imitación, la realidad es que el egoísmo forma parte del desarrollo evolutivo normal. Es alrededor del primer año de vida cuando pueden empezar a aparecer con mayor frecuencia este tipo de conductas y es habitual que se mantengan hasta los seis años de edad.

La explicación de que tales conductas aparezcan en todos los niños y que se produzcan con mayor frecuencia en este intervalo de tiempo, tiene su base en el desarrollo cerebral de los niños y en especial, en el desarrollo de los lóbulos prefrontales que son las zonas cerebrales encargadas de regular las emociones y las conductas sociales:

– Entre los 3 y los 8 meses de edad: aparecen en los niños las emocines primarias.

– A los dos-tres años: es cuando los niños empiezan a reconocer eficazamente las emociones en uno mismo y en los demás. Hasta los cuatro años de edad, su desarrollo cognitivo no les permite representarse el estado mental de las otras personas (hasta esa edad no terminan de entender que los demás puedan tener intenciones, intereses o sentimientos distintos a los suyos), por lo que son tremendamente egocéntricos, creyéndose continuamente el centro de todo.

– A los cuatro años ya empiezan a ser capaces de representar el estado mental de los demás.

– A los seis años de edad: el desarrollo de los lóbulos prefrontales ya están lo sufientemente maduros como para que los niños sean capaces de ponerse en el lugar del otro con mayor facilidad y además, ya tienen una mayor capacidad para controlar los impulsos y las necesidades propias en favor del respeto a las normas sociales, y entienden que esto es necesario para el manteniemiento del juego y las relaciones con los demás niños.

– Después de los seis años: el desarrollo de estas zonas del cerebro sigue avanzando, permitiendo a los niños ir refinando sus habilidades sociales, especialmente en base a una mayor capacidad de empatía, una mayor autoregulación emocional y una mejor capacidad de resolución de problemas interpersonales.

FUENTE: guiainfantil.com

 

 

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